"El poder del Estado pertenece al pueblo gracias al sistema democrático".
"El Estado tiene derecho a disponer de las propiedades de los ciudadanos y a coartar sus libertades porque los ciudadanos así lo han decidido".
"El Estado distribuye rentas y organiza la sociedad porque conoce las necesidades y es imparcial".
"Los políticos están solo al servicio de los ciudadanos y nunca al de sus propios intereses ni a los intereses del partido".
Una vez trileadas estas y otras trolas, pasadas por ciertas y bendecidas, comienza el arte de lo posible.
Con el dinero expropiado a los ciudadanos, así como con el margen de maniobra que les dan las libertades coartadas a los ciudadanos, empieza la gestión de los intereses de los lobbies que pueden darles votos y financiación, es decir, continuidad. La mayoría de esos lobbies resultan ser también políticos.
Desde la continuidad ( políticos de carrera ) se interviene la sociedad para amoldarla con populismo a la ideología del bienestar y así apuntalar dicha continuidad, drenando los recursos creados y entorpeciendo la generación de nuevos recursos.
Por si la maraña legal no lo justifica todo, hay que supeditar el poder judicial al político, y se hace.
Cuando el entorpecimiento de la generación de recursos y la expropiación de los creados no da más de sí, entonces hay que redoblar el populismo y endeudarse con políticos afines.
Cuando todo resulta inepto para la prosperidad, para la supervivencia y para la dignidad, descubrimos que la política no es el arte de lo posible sino la gestión imposible de realidades ignominiosas.
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