miércoles, 9 de septiembre de 2015

La razón es parte, no todo.

Las personas pueden vivir su vida sin tomar una sola decisión vital racional, sin especial problema.

Haciendo lo que la autoridad ordene ( padres, jefes, Estado... ), haciendo lo que la mayoría de la gente suscribe ( familia, pueblo, generación, sociedad...) y haciendo caso al corazón ( y esporádicamente a la bilis ), pues suficiente. El raciocinio basta para saber que te dan el cambio correcto y para leer carteles indicadores.

Un uso intensivo de la razón podría hacer que cuestiones a la autoridad o a la mayoría ( problema  seguro ) y que retes a tus emociones ( problema seguro ).

La autoridad es fuerte, y muchas veces violenta, el grupo arrastra y las emociones no se rigen por códigos racionales, los obvian.

La autoridad te exige obediencia a cambio de seguridad, el grupo te exige mimetismo y las emociones que actúes sin calcular las consecuencias a cambio de satisfacción.

La razón exige esfuerzo intelectual y a cambio ofrece libertad y coherencia.


La ética de la libertad ( no agredir la vida/cuerpo/pertenencias/decisiones voluntarias de los demás ) es racionalmente impecable


Un libertario poco puede argumentar ante los imperativos emocionales, más allá de recomendar un cálculo de consecuencias. Un libertario puede argumentar contra los imperativos sociales a riesgo de quedarse solo. Un libertario puede denunciar los abusos de la autoridad y cuestionar su legitimidad misma, a riesgo de perder incluso la vida.


Uno puede razonar que la vida está llena de emociones y llena de otros, llena de cosas imprescindibles que son  ajenas o contrarias a la razón, que la razón es parte de la vida, no la vida misma.

Ahora bien, solo una vida llena de decisiones libres y responsables es una vida que no te han vivido otros.