jueves, 3 de diciembre de 2015

Libertad tangible

Para vivir cotidianamente en libertad sería necesario que lo colectivo y lo social no aplasten las libertades individuales y se establezcan relaciones individuo-grupo voluntarias y beneficiosas.

Actualmente la mayoría de las personas opina que lo colectivo ha de imponerse a los individuos para garantizar una necesaria seguridad y obligatoria solidaridad.

Con estas premisas los Estados-Políticos recaudan impuestos, acumulan déficits y deudas, intervienen los mercados y legislan la vida de los tributarios. Todo para atender las demandas de sus votantes.

Las trabas a la prosperidad, cuando no directamente la creación de miseria, y el ataque a las libertades individuales, son pasados por alto porque está establecida  la superioridad de lo común y la violencia del sistema, que apenas se cuestionan.

Los políticos-Estados podrían limitar sus abusos cuando sus votantes se lo demanden imperativamente, cosa que no ocurrirá hasta que la educación-cultura no persista durante una o dos generaciones en promulgar la cultura de la libertad: vida, propiedad, tratos voluntarios, libertad responsable, instituciones de la justicia...

Como los políticos-Estados controlan la educación-cultura, lo más probable es que los abusos cesen cuando la propia ineficiencia del sistema lo colapse, que es el sistema de cese habitual pero con consecuencias igualmente perjudiciales para la libertad.

Somos capaces de vivir en libertad con nosotros mismos, en nuestras relaciones personales, quizá en nuestras relaciones laborales y puede que en alguna relación social, pero no en nuestras relaciones políticas.

Podríamos educar a nuestros hijos en la cultura de la libertad para que vivan no libres pero sí lúcidamente en este sistema.

Cuestionarnos el sistema antes de decidir acatarlo nos permite delimitar sus límites en nuestra vida.