Siendo racionales, emocionales y sociales como somos, nos regimos por imperativos racionales, emocionales y sociales.
La ética de la libertad es un imperativo racional impecable.
Pensar que es un imperativo superior a los imperativos emocionales o a los sociales, es un error.
Los imperativos racionales se imaginan imbatibles y nos hacen sentir coherentes y superiores.
Los imperativos emocionales ignoran la razón y nos hacen sentir vivos y acompañados.
Los imperativos sociales ligan más con la emoción que con la razón y nos hacen sentir útiles y seguros.
Cuando hay conflictos entre estos imperativos, tan solo cuatro gatos y el de la flauta imponen la coherencia.
Tener razón y acertar no son sinónimos.